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Deep Impact

primer ensayo para desviar un cometa que amenace la Tierra


El asteroide 2004 MN4, que en 2029 rozará nuestro planeta, puede ser el siguiente objetivo

La colisión con el cometa Temple 1 de un explosivo enviado por la nave terrestre Deep Impact ha vuelto a sacar a la luz el interés científico por los cometas y asteroides, ya que por primera vez en 30 millones de años la Tierra se encuentra en el primer período de alta probabilidad de recibir el impacto de un asteroide. La mayor amenaza conocida hasta el momento es el llamado asteroide 2004 MN4, que en 2034, si cambia su órbita, podría chocar con nosotros. Para algunos expertos, el Deep Impact ha sido un ensayo ante la eventualidad de tener que provocar el desvío del 2004 MN4, si finalmente amenazara nuestro planeta. El año 2012 sería el más idóneo para este segundo impacto. Por Eduardo Martínez.

El destello lumínico del impacto. NASA
Por primera vez en la historia, el 4 de julio 2005, una nave llamada Deep Impact (impacto profundo) y enviada desde la Tierra provocó la colisión de un misil con un cometa. Los cometas son cuerpos celestes de formas irregulares, frágiles y pequeños, compuestos por una mezcla de granos no volátiles y gases congelados, lo que les otorga un aspecto nebuloso.

Los asteroides son objetos rocosos y metálicos que orbitan alrededor del Sol, pero que son demasiado pequeños para ser considerados como planetas. Se conocen como planetas menores, y giran en órbitas elípticas, sobre todo entre las órbitas de Marte y Júpiter. Cuando un asteroide atraviesa nuestra atmósfera y se desintegra se llama meteoro. Los fragmentos que caen sobre nuestro planeta se llaman meteoritos.

El impacto intencionado sobre el cometa Temple 1 tuvo lugar a más de 400 millones de kilómetros de nuestro planeta, y su finalidad era obtener datos del interior del cometa Tempel 1 de la NASA para conocer mejor el nacimiento del sistema solar, dado que los cometas se originaron en esa misma época, hace cuatro mil seiscientos millones de años.

Observación profunda

La misión de la NASA, con un coste de 333 millones de dólares, ha servido también para evaluar la capacidad humana de desviar la trayectoria de un cuerpo celeste. Llama la atención al respecto que el nombre de la misión coincida con el de una película de ciencia ficción, de 1998, sobre un cometa que iba a chocar contra la Tierra.

Por otro lado, aunque los científicos de la NASA han minimizado los efectos del impacto al compararlo con la colisión entre un mosquito (el proyectil) y un Boeing 747 (el cometa), otros expertos han relacionado el experimento con el asteroide 2004 MN4, de 300 metros de diámetro, que en abril del 2029 y en años posteriores pasará junto a la Tierra.

Además de la misión Deep Impact, en la actualidad otras tres sondas vagan por el espacio exterior para darnos a conocer con mayor precisión los cometas y asteroides, principalmente para que la posible amenaza que puedan representar para la Tierra quede bien definida.

Polvo de cometa

Una cápsula de la sonda norteamericana Stardust, por ejemplo, se espera que aterrice en nuestro planeta en enero de 2006, después de siete años de viaje. En su interior portará al menos un miligramo de un material que ningún humano ha visto todavía de cerca: partículas de polvo que han brillado en la cola de un cometa.

A su vez, Deep Space 1 visitó al cometa Borrelly en 2001; la Giotto y otras naves visitaron al cometa Halley en 1986. Deep Impact es el experimento que ha llegado más lejos, ya que por primera vez ha abierto un cráter a través de la corteza del cometa y desvelado parte de su interior, además de provocar un ligero desvío de su órbita.

En gran parte, todos estos experimentos intentan delimitar el riesgo que sufre la Tierra de sufrir el impacto de un asteroide, así como valorar la oportunidad de provocar el desvío de su orbita si amenaza con colisionar con nuestro planeta.

El último meteorito importante cayó sobre nuestro planeta el 30 de junio de 1908 y explotó a una altura de 8.000 metros sobre el valle rocoso del río Toungouska, en Siberia. Entonces se pudieron encontrar restos de polvo cósmico a lo largo de 250 kilómetros hacia el noroeste de la explosión, polvo que estaba compuesto por magnetita u óxido de hierro magnético, y pequeños cristales de roca fundida.

Se calcula que el meteorito de Toungouska tenía 60 metros de diámetro y una masa de un millón de toneladas. Su impacto liberó una energía 1.000 veces superior a la de la bomba de Hiroshima. Otro famoso impacto tuvo lugar hace 49.000 años y produjo el Meteor Crater, en el norte de Arizona.

Una nueva amenaza

Después de estos impactos conocidos, los astrónomos han asegurado que existe un riesgo aún mayor que el de Toungouska. Se trata del llamado asteroide 2004 MN4, que pasará a una distancia de la Tierra de entre 24.000 y 40.000 kilómetros en 2029. Aunque en principio pareció que no suponía un verdadero peligro para nuestro planeta, los últimos estudios señalan que ese año este asteroide podría curvar su órbita e impactarnos directamente entre cinco y siete años más tarde, esto es, entre 2034 y 2036.

El 2004 MN4 se verá a simple vista desde Europa, Asia y África. Su órbita se vería alterada por la propia órbita terrestre, dada la cercanía de su paso.

A modo de precaución, algunos expertos han solicitado que se lance hacia él un radiotransmisor –tecnología ni demasiado complicada ni demasiado costosa- que enviaría constantemente una señal de radio con la que pueda controlarse en cada momento su trayectoria. De esta forma, si fuera necesario, habría tiempo de tomar medidas en caso de que se dirija directamente contra nosotros.

Asimismo, la sonda que enviase el radiotransmisor debería contar con instrumentos que informasen de la composición del meteorito, ya que conociéndola podría determinarse mejor el efecto gravitatorio de la Tierra en él.
 
Temple 1. El impacto.
Efectos del impacto

Por otro lado, si se modifica la órbita del meteorito por el hecho de pasar cerca de la Tierra, el riesgo no se limitaría a una sola vez, sino que posibilitaría colisiones posteriores cada cinco o nueve años, es decir cada vez que el 2004 MN4 volviera a girar alrededor de la Tierra y cerca de ella.

La energía de su impacto sería unas 60 veces más poderosa que la explosión de Toungouska. Por esa razón, los expertos señalan que una misión de intercepción es factible y necesaria, y que podría hacerse en 2012, fecha en que el asteroide se encontrará a 16 millones de kilómetros de nuestro planeta.

Paul Chodas, Steve Chesley, Jon Giorgini y Don Yeomans del Programa NEOs (Near Earth Objects) de la NASA, han calculado que el asteroide pasará en 2029 a 30.000 kilómetros de la superficie de nuestro planeta. Para las mediciones se ha utilizado el telescopio gigante de Arecibo, en Puerto Rico.

Una de las misiones del Deep Impact es evaluar cuál sería el proyectil más adecuado para conseguir el desvío de un asteroide de una órbita peligrosa para nosotros sin causar un daño aún mayor: un impacto desproporcionado puede fraccionar el asteroide y multiplicar los efectos sobre la Tierra, provocando un daño aún mayor que el que se queríe evitar. En ese sentido, el Deep Impact sería el primer experimento de protección planetaria.

Bases en asteroides

Pero estos experimentos tienen también otros objetivos. Uno de ellos es el potencial aprovechamiento de cometas y asteroides en futuras misiones espaciales, ya que a lo mejor contienen sustancias útiles para las tripulaciones que pretenden volver a la Luna en 2020 e incluso llegar a Marte y más allá algo más tarde.

Los cometas podrían servir como estaciones interplanetarias de suministro, proporcionando a los exploradores los materiales básicos que necesiten, en especial agua, que puede ser disgregada en hidrógeno (para combustible de los cohetes) y en oxígeno (para respirar), o simplemente puede ser descongelada y bebida. Deep Impact ayudará a los planificadores a comprender exactamente qué materiales contienen los cometas y cuán difícil puede resultar su extracción.

Lo más importante de la misión Deep Impact es sin embargo la información que Temple 1 proporcionará sobre los orígenes, ya que el choque entre cuerpos celestes es el que dio origen a nuestro sistema solar: tanto la Luna como la Tierra no han escapado a este destino y han sufrido impactos que han marcado su existencia.

La vida incluso llegó a la Tierra como consecuencia de estos impactos, que aportaron a nuestro planeta carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno. Si no hubiera habido impactos, seguramente no existiría vida sobre la Tierra.

Impedir una nueva extinción

Los impactos han sido también origen de extinciones masivas: hace unos 65 millones de años, el impacto de un asteroide o meteorito provocó la extinción del 70% de todas las especies vivas y dio paso a la era de los mamíferos, de los que surgimos más tarde los humanos.

Ahora intentamos comprender mejor cómo ocurrieron todos estos episodios y explicarnos cómo hemos llegado hasta aquí, así como evitar una nueva extinción si estamos en condiciones de impedirlo.

El intento es más que aconsejable porque según Duncan Steel, vicepresidente de The Spaceguard Foundation, en un artículo publicado en Tendencias en octubre de 1997 (no on line), las probabilidades de enfrentarnos a la colisión con un asteroide es elevada: se calcula que cada 500.000 años cae sobre la Tierra un asteroide de 2 kilómetros y que cada 100.000 años cae uno de un kilómetro.

Si asumimos que el 25 por ciento de la humanidad perecería en una catástrofe global, y teniendo en cuenta que esto ocurre una vez cada 100.000 años, así como que la vida media de una persona es de 80 años en los países desarrollados, hay una posibilidad entre 5.000 de morir a causa de un asteroide… Es decir, hay más probabilidad de morir por el impacto de un asteroide que por un accidente aéreo en Estados Unidos, que es de una entre 10.000, señala Duncan Steel.

El éxito no es seguro

No es la única voz de alarma. Robert Huychinson, del Museo de Historia Natural de Londres, autor de Meteorites, A Petrologic, Chemical and Isotopic Synthesis, dice: por primera vez en treinta millones de años la Tierra se encuentra en el primer período de alta probabilidad de recibir el impacto de un gran asteroide .

Para poder desviar un asteroide hay que saber cuál es su masa. Misiones de observación del sistema solar son necesarias para obtener esa información, que sería crucial en caso de necesitar provocar el desvío de un asteroide peligroso para la vida en la Tierra.

En la actualidad sabemos de la existencia de 100 cuerpos celestes con capacidad para destruir el planeta, pero también que hay entre 1.700 y 3.000 asteroides desconocidos que en algún momento pueden colisionar con la Tierra sin que podamos preverlo.

Y aunque se están tomando medidas para evitarlo, Duncan Steel es categórico: el éxito no está asegurado porque puede ocurrir que un asteroide que fuera a chocar contra la Tierra dentro de 23 años podríamos descubirlo sólo 5 ó 6 segundos antes del impacto.

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